Nota 1ª. Por Gerardo Álvarez
«La niña tenía diez años. El joven que la acompañaría en el piano, apenas dieciséis. Se llamaba Mariano Mores y se dio cuenta que a la pequeña el
tango le quedaba alto. Lo volvieron a ensayar y ahora sí. La niña ya estaba preparada. Le faltaba un escenario. Lo improvisó con una mesita de living del auditorio en donde se desarrollaba el concurso convocado por LT3 Radio Rural Cerealista de Rosario. El ganador tendría la posibilidad de estudiar canto con Luis Rubinstein. Y la pequeña Antonia Nobleza Cassini cantó maravillosamente y lo ganó. Pero su historia como cantante había comenzado antes. En Carcarañá, junto a la Orquesta Mariani, en donde su hermano ejecutaba un bandoneón de color beige: el primer instrumento musical que recuerde la familia Cassini. No había antecedentes de músicos en la familia. Al menos conocidos. “Nunca más vi un bandoneón de ese color”, dice ahora Nobleza»
Así, con esa cálida remembranza de la primera presentación de Nobleza Cassini, la más afamada cancionista nacida en Carcarañá, en una emisora rosarina, donde tuvo el privilegio de ser acompañada por una de las más legendarias figuras del tango, se inició una excelente entrevista que Martín Perisset publicó en su recordado periódico Código de Barras y titulara «Nobleza canta y obliga…».
La atractiva nota de Martín Perisset señaló además que Nobleza
«Junto a la Orquesta de los hermanos Mariani recorrió y actuó en los escenarios de su ciudad (la Sociedad Italiana y el extinto Prado Español) y en diversas presentaciones en Pujato, San Jerónimo Sud, Roldán, Salto Grande, campo Médici, Totoras y demás pueblos de la zona. “Trabajábamos mucho”, cuenta, y acota: “me daban doce pesos por actuación”. La que iba a ser su primera actuación con los Mariani se codeó con lo traumático. Tenía por ese entonces seis años y esa misma noche debutaba. Pero esa misma tarde, su padre fue hasta el boliche de la escuela de campo Cassini y un ataque cardiaco lo encontró allí. La actuación fue suspendida y recién un año después comenzaría su prematura carrera. La niña tenía predilección por el violín pero, por aquellos tiempos, no había profesores en su Carcarañá. Entonces decidió estudiar piano con la señora Raimunda Plüss».
Eligió bien. Raimunda Romeu de Plüss pertenecía a una familia que sabía incursionar en el teatro criollo, gustaba de los versos gauchescos y era hermana de un precursor del cine santafesino, José Romeu. Ella dejó su impronta en la vida musical de Carcarañá, y se la recuerda como la avezada pianista que acompañaba las proyecciones mudas en el cine Esmeralda, sala que administraban sus familiares, como una excelente intérprete y acompañante en las interminables veladas de principios de siglo, que a veces interpretaba composiciones a cuatro manos con Rosita Pedrana, la madre de María Rosa Pellegrini de Echenique. …
La entrevista de Martín Perisset precisó además que al concluir el sexto grado de la primaria en la Escuela Nº 232 Domingo F. Sarmiento, ubicada entonces en el edificio que ocupan ahora el Museo de la Ciudad y el Concejo Deliberante, se anotó para cursar la secundaria en el Colegio Normal Nº 1 de Rosario. Ella tiene presente que «En aquel
entonces había un servicio muy bueno de trenes», y ello le permitía asistir a las clases y tomar lecciones de canto. Cuando tenía ya catorce años, su familia se trasladó definitivamente a Rosario, y ella se presentó al concurso de canto de Yerba Asunción. No lo pudo ganar, seguramente porque «La yerbatera no quería menores», según memorara, pero fue contratada por la emisora LT3 para actuar por tres meses, que se extendieron luego a seis años consecutivos.
Nobleza Cassini, en una entrevista que concediera en Cañada de Gómez en 1938, cuando sólo tenía catorce años, señaló que venía actuando desde hacía tres en un conjunto típico «con el beneplácito de todos los públicos que han tenido la oportunidad de escucharla1», según expresara un cronista de Orientación, revista que comenzó a publicarse en el verano de ese año. Después de precisar que ella residía en Carcarañá, el autor de la nota manifestó con evidente admiración que:
«Personalmente Nobleza es una mujer exquisita. Pequeña, delicada, cordial y graciosa y de una dulzura que de inmediato no puede menos que captarse las amplias simpatías de todos cuantos la traten, además de ser en ella característica la sonrisa ingenua y buena».
Al hablar de sus inicios cuando comenzó a cantar, recordó que entonces «era una niña con trenzas y medias cortas» y que para ella «era una alegría tener que vestirse de señorita para que me admiraran». En la continuación de la entrevista, se registró el siguiente diálogo:
«- De señorita?
»-Claro. Yo era demasiado niña y no querían permitirme cantar porque tenían miedo que me estropeara la voz. Entonces me subía las trenzas y me ponía tacos altos, me alargaba los vestidos y así actuaba con la Orquesta de mi pueblo. Me dolían un poco los pies de ponerme zapatos con taco alto pero… Cantaba y me hacía la grande…
»-De estatura, Nobleza.
»-No! Me refiero a la edad, señor».
Al proseguir con sus remembranzas, la pequeña Nobleza confesó a su interlocutor que cada vez que actuaba con la orquesta de Carcarañá que la acompañaba, «volvía a su casa con un deseo más de dedicarse al canto y ser cancionista», y para lograrlo hasta abandonó la escuela primaria «cuando estaba a punto de finalizar el sexto grado», ya que «sentía el deseo, más aún, necesidad» de dedicarse «con alma y vida al canto». Entre las iniciales vivencias como cancionista, evocó su primera actuación fuera de su pueblo y «sin dominio del escenario» en Totoras y relató:
«Se había preparado un variado programa de varios autores. Yo debía cantar un tango de Fresedo. Salí a escena. Comencé a cantar. Pero seguramente la impresión, los nervios, algo de miedo, lo cierto es que en la segunda estrofa no podía seguir. Me había olvidado la letra. Entonces recurrí a toda mi sangre fría. Disimuladamente, como sin querer me fui acercando al piano, le hice señas a mis acompañantes para que me dejaran ver la letra y casi terminé de cantar el tango leyendo directamente de la pieza. Nadie notó la maniobra, lo cierto es que me aplaudió todo el público y como aquella noche creo no me han aplaudido nunca».
A esa altura de la entrevista quien la interrogaba le dijo que sin embargo, cuando se había presentado en el Teatro Verdi de Cañada, también se le había aplaudido y que
la prueba la dio el mismo público que la calificó en primer término, y Nobleza r8espondió:
«- Es verdad: No encuentro palabras para poder expresar mi agradecimiento a todos los que han sabido alentarme durante la selección. Puedo asegurarles que pondré todo mi empeño en saber corresponder al público que me elogió. Sólo espero el momento de presentarme ante el micrófono de “La Voz Cañadense»
Entretanto, algunas orquestas de Rosario la convocaban para cantar en los populares bailes de entonces, como la jazz del Mº Juan D´Amicco, que «intercalaba con la Mariani”, según ella misma acotara. Y para ella tienen un valor muy especial otras evocaciones, muy personales, ya que memoró que
«A los dieciséis años conocí a Atilio… Me habló para integrar el Cuarteto América. Él era casado, en ese entonces. Cuando yo tenía dieciocho, él quedó viudo. Nos pusimos de novios y dos años después nos casamos».