Evangelio según San Lucas 2,41-52.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.


Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Audiencia general 29-12-1993

 

“Ha asumido nuestra condición humana en todo...”
Casi inmediatamente después del nacimiento de Jesús, la violencia gratuita se abate sobre su vida y sobre tantas otras familias, provocando la muerte de los Santos Inocentes. Recordando esta terrible desgracia, vivida por el Hijo de Dios y por los niños de su edad, la Iglesia se siente invitada a orar por todas las familias amenazadas desde el interior o desde el exterior.... La Sagrada Familia de Nazaret es para nosotros un desafío permanente que nos obliga a profundizar en el misterio de la “iglesia doméstica” y de cada familia humana. Es para nosotros un estímulo a orar por las familias y con las familias, a compartir con ellas las alegrías y esperanzas, pero también las preocupaciones e inquietudes.
En efecto, la vida familiar está llamada a ser una ofrenda diaria, un sacrificio agradable a Dios. El evangelio de la presentación de Jesús en el templo nos lo sugiere también. Jesús, “la luz del mundo”, pero también “signo de contradicción” (Lc 2,32.34) quiere acoger esta ofrenda de cada familia como acoge el pan y el vino en la eucaristía. Quiere unir al pan y al vino, destinados a la consagración, estas esperanzas y estas alegrías humanas y también los inevitables sufrimientos y angustias de la vida de toda familia, asumiéndolo todo en el misterio de su cuerpo y de su sangre. Este cuerpo y esta sangre los reparte en la comunión como fuente de energía espiritual, no sólo para cada persona en particular sino también para cada familia.
Que la Sagrada Familia de Nazaret nos ayude a abrir nuestra comprensión cada vez más honda de la vocación de toda familia, que encuentre en Cristo la fuente de su dignidad y de su santidad.