Evangelio según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen

que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón que se le atribuye

«Te llamarás Pedro» (Jn 1,42)
«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Este nombre de Pedro le fue dado porque fue el primero que puso los fundamentos de la fe en las naciones, y es la roca indestructible sobre la que descansan los cimientos y el conjunto del edificio de Jesucristo. Se llama Pedro por su fidelidad, y el Señor recibe este mismo nombre por su poder, según lo dice san Pablo: «Todos bebieron la misma bebida espiritual pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo» (1C 10,4). Sí, el apóstol escogido para ser el colaborador de su obra mereció compartir un mismo nombre espiritual con Cristo. Juntos han construido el mismo edificio. Es Pedro quien planta, es el Señor quien da el crecimiento, es también el Señor quien envía a los que han de regar (cf 1Co 3,6s).
Lo sabéis, mis amados hermanos, es a partir de sus propias faltas, en el momento en que sufría su Salvador, que el bienaventurado Pedro fue elevado. Es después de haber negado al Señor que llegó a ser el primero junto a él. Volviéndose más fiel al llorar la fe que había traicionado, recibió una gracia todavía más grande que la que había perdido. Cristo le confió su rebaño para que lo condujera como el buen pastor y él, que había sido débil, se convirtió en el sostén de todos. Él que, preguntado sobre su fe, había sucumbido, tuvo que establecer sólidamente a los demás en el fundamento inquebrantable de la fe. Es por eso que es llamado la piedra fundamental de la piedad de las Iglesias.