Evangelio según San Marcos 10,17-27.
Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para

heredar la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San León Magno (¿-c. 461)
papa y doctor de la Iglesia
Sermón 95, 2-3: PL 54, 461-462 (frm trad.evangelizo.org©)

 

“Cómo será difícil para los que poseen riquezas entrar en el Reino de Dios”
Cuando Jesús dice: “Felices los pobres de espíritu” (Mt 5,3), nos muestra que el Reino de los cielos será dado más bien a la humildad del corazón que a la ausencia de riquezas. No dudemos de que los pobres obtienen más fácilmente este bien que los ricos, pues la pobreza inclina a unos a la bondad, y la riqueza lleva a otros a la arrogancia. Y sin embargo numerosos son los ricos que poseen este espíritu que pone la abundancia al servicio, no de su propio prestigio, sino más bien a las obras de caridad. Para ellos, la ganancia más grande es lo que gastan para aliviar la miseria y la pena del prójimo. La humildad del corazón es entonces dada a los hombres de toda condición. Podemos ser iguales en cuanto a las disposiciones sin serlo en cuanto a la fortuna. Sea cual sea la desigualdad de sus bienes terrestres, no hay distancia entre ellos que son iguales a nivel de los bienes espirituales. Feliz entonces la pobreza que no desea aumentar sus riquezas de aquí abajo sino que aspira a enriquecerse de los bienes del cielo.