Evangelio según San Juan 7,40-53.
Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta".


Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea?
¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?".
Y por causa de él, se produjo una división entre la gente.
Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?".
Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre".
Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar?
¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él?
En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita".
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo:
"¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?".
Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta".
Y cada uno regresó a su casa.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo
Tratado de los principios, libro 2, cap. 6,2; PG 11, 210-211

«Nadie le puso la mano encima»
Encontramos en Cristo rasgos tan humanos que en nada se distinguen de nuestra común debilidad como mortales, y al mismo tiempo, unos rasgos tan divinos que sólo se adecuan a la soberana e inefable naturaleza divina. Ante esta realidad, la inteligencia humana, tan estrecha, queda tan admirada que no sabe a qué atenerse ni qué dirección tomar. En Cristo percibe a Dios, y sin embargo, le ve morir. Cree que es un hombre, y he aquí que vuelve de entre los muertos, con su botín de victoria, después de haber destruido el imperio de la muerte. Por eso nuestra contemplación debe hacerse con tal reverencia y temor que considere en la misma persona de Jesús la verdad de dos naturalezas, evitando atribuir a la inefable esencia divina cosas que son indignas de la misma o que no le son propias, pero evitando también ver, en los acontecimientos de la historia, tan sólo apariencias ilusorias.
Verdaderamente, es difícil hacer escuchar tales cosas a oídos humanos, intentar expresarlas con palabras que sobrepasan ampliamente nuestras fuerzas, nuestro talento y nuestro lenguaje. Pienso que todo ellos incluso sobrepasa el alcance de los apóstoles. Más aún, creo que la explicación de este misterio, probablemente trasciende incluso a todo el orden de las fuerzas angélicas.