Evangelio según San Juan 15,18-21.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.
Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Bulle San Cromacio de Aquilea (¿-407)
obispo
Sermón 19, 1-3; SC 164
El siervo no es mayor que el maestro
"Lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza " (Mt 27,28-29). Cristo es revestido como rey y príncipe de mártires, con una túnica roja... porque su sangre sagrada resplandece como una escarlata preciosa. Es como el vencedor que recibe la corona, porque es normalmente al vencedor al que se concede una corona... Pero podemos observar que la túnica púrpura es también el símbolo de la Iglesia que, permaneciendo en Cristo rey, brilla con una gloria real. De ahí el título de "raza real" que le da Juan en el Apocalipsis (1,6)... En efecto, la tela púrpura es una pieza preciosa y real.
Aunque sea un producto natural, cambia de calidad cuando se la sumerge en un baño de tinte, y cambia de aspecto... Sin valor por ella misma, se transforma de hecho en un producto precioso. Lo mismo nos ocurre a nosotros: sin valor por nosotros mismos, la gracia nos transforma y nos da un precio, cuando [en nuestro bautismo] somos sumergidos por tres veces, como la tela de púrpura, en la escarlata espiritual, el misterio de la Trinidad...
También podemos observar que la túnica roja es también el símbolo de la gloria de los mártires, ya que, teñidos de su propia sangre derramada, adornados por la sangre del martirio, brillan en Cristo como una preciosa túnica escarlata. En otro tiempo, la ley recomendaba ofrecer telas escarlatas para adornar el tabernáculo de Dios (Ex 25,4); los mártires, de hecho, son el ornamento de la Iglesia de Cristo...
La corona de espinas que pusieron sobre la cabeza del Señor, es el símbolo de nuestra alianza, que, de todas las naciones, hemos venido a la fe. Éramos entonces sólo unas espinas, es decir pecadores; pero, creyendo en Cristo, llegamos a ser una corona de justicia, porque dejamos de pinchar o de herir al Salvador, y coronamos su cabeza con la confesión de nuestra fe... Sí, antaño éramos espinas, más ahora... nos hemos convertido en piedras preciosas.