Evangelio según San Marcos 8,34-38.9,1.

Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que

cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?
¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles".
Y les decía: "Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
Ejercicios Espirituales VII (Soledad Mariana); adapt. sc©evangelizo.org
El que pierde su vida por mí, la encontrará

¡Oh queridísima Muerte! Tú eres mi felicísimo lote. En ti, pues, encuentre mi alma un nido, oh muerte. ¡Oh Muerte, que produces los frutos de la vida eterna!, que tus flujos de vida me envuelvan entera.
¡Oh Muerte, vida eterna!, que siempre espere bajo tus alas. ¡Oh Muerte saludable!, que en tus excelsos bienes mi alma encuentre su saludable morada. ¡Oh preciosísima Muerte!, tú eres mi queridísima riqueza. Oh, absorbe en ti toda mi vida y anega mi propia muerte.
¡Oh Muerte que vivificas!, ojalá me derrita bajo tus alas. ¡Oh Muerte de donde fluye la vida!, que una dulcísima chispa de tu acción vivificante arda en mí para siempre. ¡Oh Muerte cordialmente amada!, tú eres la confianza espiritual de mi corazón. ¡Oh Muerte amantísima!, en ti están todos los bienes; tómame bajo tu benévola protección, para que al morir descanse dulcemente bajo tu sombra.
¡Oh Muerte misericordiosísima!, tú eres mi vida felicísima. Tú eres mi mejor lote. Tú eres mi redención sobreabundante. Tú eres mi preciosísima heredad. Envuélveme totalmente en ti, esconde toda mi vida en ti y guarda en ti mi misma muerte. ¡Oh Muerte cordialmente amada!, en ese momento guárdame en ti para siempre, en tu amor paternal, como una adquisición y posesión eternas.