Evangelio según San Mateo 5,38-48.
Jesús, dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale

también la otra.
Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;
y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Máximo el Confesor (c. 580-662)
monje y teólogo

Filocalia, “Centuria I sobre el amor”, 17, 18, 23-26, 61, (Philocalie des Pères neptiques, Paris, DDB-Lattès, 1995), trad.

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El arte de amar como Dios
Feliz el hombre que puede amar igualmente a todos los hombres. Feliz el hombre que no se apega a nada de lo que es corruptible y pasajero. (…)

Quien ama a Dios, ama con certeza también a su prójimo. Un hombre así no puede guardar lo que posee sino que lo dispensa, como haría Dios, ofreciendo a cada uno lo que necesite. Quien da limosna imita a Dios, ya que no hace diferencias entre el hombre malo y el bueno, el justo y el injusto (cf. Mt 5,45). Le basta que tenga una carencia para su cuerpo. Da a todos por igual según lo necesiten, aunque prefiera al hombre virtuoso con su buena voluntad más que al malvado. Dios, por naturaleza, es bueno e impasible, ama a todos de la misma manera ya que son su obra. Pero glorifica al virtuoso porque le está unido por el conocimiento. En su bondad, tiene misericordia del malvado y cuando lo instruye en este siglo, lo encamina hacia la conversión. Quien es bueno e impasible, ama a todos los hombres de la misma manera. Al virtuoso por su naturaleza y buena voluntad y al impío lo ama por su naturaleza o por la compasión que tiene por él, que va como un necio caminando en las tinieblas.

La disposición a la caridad se manifiesta no sólo por compartir la riqueza, sino más aún en la generosidad para transmitir la palabra y para atender los requerimientos de otros en el cuerpo. (…) “Yo les digo, amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores” (Mt 5,44), exhorta el Señor.