Evangelio según San Marcos 12,28b-34.
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad
Instrumentos de las buenas obras, (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org
Jesús dijo: “Amarás”
Finalmente, es el amor el que mide el valor de todos nuestros actos, mismos los más ordinarios. San Benito indica como primer “instrumento” el amor de Dios: “Ante todo, amar al Señor Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” (Regla de San Benito, IV, 1). Es como decirnos: “Pongan el amor de su corazón antes que nada, que el amor los dirija y guíe todas sus acciones. El amor llevará a sus manos todos los otros instrumentos de buenas obras y dará un alto valor a los detalles más insignificantes de sus jornadas. San Agustín dice que las pequeñas cosas son pequeñas en ellas mismas pero devienen grandes por el amor fiel que las hace realizar (cf. “Doctrina Cristiana IV”)”. (…)
El ideal al que debemos aspirar es la precisión del amor (…). Ni escrúpulo, ni preocupación de no equivocarse, ni deseo que nunca nos encuentren en falta: esto evidencia orgullo. La vida interior brota del corazón. Si ustedes la adquieren, buscarán llenar por amor todas sus prescripciones, con la mayor pureza de intención y el mayor cuidado posible. (…)
El verdadero valor de las cosas se encuentra en el grado de unión con Cristo, en la fe y caridad que le damos. Es necesario actuar, pero por amor a nuestro Padre del cielo y unidos a nuestro Señor por la fe. Nunca lo olvidemos: la fuente del valor de nuestras obras está en nuestra unión, por gracia, con Jesucristo y en el amor con que cumplimos nuestras acciones. Por eso, escribe San Benito que antes de emprender una buena obra, dirijamos nuestra intención hacia Dios con intensa fe y gran amor: “Ante todo, cuando te dispones a realizar cualquier obra buena, pídele con oración muy insistente y apremiante que él la lleve a término” (Regla, Prólogo, 4).