Amanece el domingo con gris discreción,
el cielo encapotado con algo de calor.
La brisa de otoño murmura canción,
y el día transcurre sin prisa, sin sol.
Durante la tarde, dicen que cambiará:
probablemente las nubes se agitarán y truenos vendrán.
La lluvia se adueñaría del último acto,
y el cielo, en tormenta, despliegaría su pacto.