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" En las tentaciones lucha con valentía junto con las almas fuertes y combate

junto al jefe supremo; en las caídas no permanezcas postrada ni en el espíritu ni en el cuerpo; humíllate mucho pero sin perder el ánimo; abájate pero sin degradarte; lava tus imperfecciones y tus caídas con lágrimas sinceras de arrepentimiento, sin que falte la confianza en su divina bondad que será siempre mucho mayor que tu ingratitud; propón tu enmienda, sin presumir de ti misma, ya que tu fortaleza la debes tener en solo Dios; confiesa, por fin, con toda sinceridad, que, si Dios no fuese tu coraza y tu escudo, habrías sido incautamente herida por toda clase de pecados".