En Cañada y los pueblos vecinos,
viven padres nobles, genuinos.
Con manos firmes y pasos lentos,
guardan silencios llenos de intentos.
Con un café en el bar de la esquina,
comparten charlas que el alma afina.
Y aunque parezca charla sin fin,
en cada palabra… solucionan el país.
Son los que enseñan sin decir mucho,
con la mirada, con gestos justos.
Y con paciencia, sin alardear,
nos muestran siempre por dónde andar.
Gracias, papás, por tanta entrega,
por cada abrazo que siempre llega.
Que en su día brillen...! alegría y paz,
y sepan que su amor… siempre está.